Euskal Memoriako blogak

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Fotografía carcelaria

2016-05-06

Ingo Niebel - Periodista

Por su ambigüedad he elegido este título que corresponde al término alemán Gefängnisfotografie. Podría haberlo traducido con “fotografía desde la cárcel”, porque de eso se trata, pero así no habría captado la atención de las y los lectores con criterio. Sea como fuere, fotografía y cárcel suelen ser dos conceptos poco compatibles en la realidad.

Por eso me llamó la atención, cuando el pasado mes de enero el Centro de Documentación del Nacional-Socialismo de Colonia (NS-DOK) me invitó a una ponencia sobre la Gefängnisfotografie, dada por el catedrático de la Universidad de Colonia, Jens Jäger. El evento formaba parte del programa que acompañaba la exposición sobre Erich Sander, la cual reconstruyó la vida del “hijo irreductible de August Sander”, un conocido fotógrafo alemán del siglo XX. Erich no pudo seguir los pasos de su padre porque en 1944, con sólo 30 años, murió en una prisión nazi. En 1935 la justicia hitleriana le había condenado a diez años de cárcel por “alta traición” al ser antifascista e izquierdista. La pena era especialmente dura porque Erich tenía la osadía de retar a la dictadura hasta en su juicio, mostrando las secuelas físicas de la tortura y defendiendo su ideología socialista.

Aún en la cárcel Erich seguía oponiéndose al nazismo. En 1941 logró meter una cámara en la prisión. Ahí pudo camuflar sus labores clandestinas, ya que la dirección le había encargado fotografiar a los presos para sus respectivas fichas.

Es aquí donde Jäger arrancó con su ponencia sobre la historia de la fotografía carcelaria desde el siglo XIX hasta llegar a Erich Sander. Este género de la fotografía se inició con las fotos de identificación que la policía empezó a sacar de sospechosos hace más de 150 años. Esta técnica se ha ido regularizando a lo largo del tiempo. Estas normas de cómo había que fotografiar al preso le han servido al catedrático para detectar cómo el hijo del fotógrafo se saltó la norma para “guardar la autonomía y la identidad” del recluso. Y Erich Sander no era el único.

En el campo de concentración de Mauthausen, el comunista y fotógrafo catalán Francesc Boix obraba de la misma manera. Primero las SS le destinaron en la sección de identificación judicial para que sacara las habituales fotos de los presos para sus fichas. Luego le encargaron documentar tanto a los guardias como también los crímenes que cometían y las visitas oficiales que recibían en Mauthausen. Lo que no sabían es que Francesc ideó una vía para salvar al menos algunas fotos. El republicano sobrevivió al genocidio y se convirtió, con sus fotos, en un testigo de cargo en el Tribunal de Nuremberg.

Gracias a ellas y al valor de su autor, el jefe del aparato represivo de las SS, Ernst Kaltenbrunner, acabó en la horca. El número dos de las SS, después de Heinrich Himmler, se había defendido diciendo que no sabía nada de los campos de concentración hasta que se le mostró una foto de su visita a Mauthausen, sacada por Boix. Con estas y otras imágenes más Benito Bermejo ha ilustrado su libro El fotógrafo del horror que reconstruye La historia de Francisco Boix y las fotos robadas a las SS de Mauthausen (2ª edición, Barcelona, 2015). Erich Sander y Francesc Boix, dos vidas distintas, el mismo objetivo: resistir al fascismo, documentando su verdadera faz a través de la fotografía carcelaria. •