Euskal Memoriako blogak

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La complejidad del silencio

2016-06-17

Julia Monge - Intxorta 1937 kultur elkartea

Salgo de viaje a pocas horas de haber asistido al homenaje en Elgeta. Casi sin dormir, y con una sensación extraña. Después de meses frenéticos, de nervios, de dudas…, ahora dormito sin nada que hacer en el avión. A veces, no distingo si pienso o sueño. Se me enredan las caras emocionadas de las mujeres, sus lágrimas, su alegría… ¡Qué guapas y estupendas han venido todas! El día ha pasado rápido, me hubiera gustado compartir más tiempo con cada una, con sus familias. 

Y ahora vuelo a Irán, con un pañuelo guardado en el bolso que tendré que ponerme en el mismo aeropuerto de Teherán. Siempre llevo lectura que tenga que ver con el país, leo antes, durante y después del viaje, para que todo esté más fresco, para vivir junto a los personajes, para reconocer las calles…Una joyita escrita por Sahar Delijani espera paciente y un hilo fino va a unir lo que dejo con lo que encuentro, lo de ayer con el ahora.

Esta joven autora iraní nació en la cárcel de Evin (Teherán), en 1983. Su padre y su madre fueron a prisión al comienzo de la década de los 80,  -formaron parte de las miles de personas detenidas/ejecutadas-, poco después de la victoria de la Revolución Islámica. Miles de hombres y de mujeres fueron acusadas de estar en contra de aquella nueva República liderada por el Ayatolá Jomeini.

“Analizado los motivos por los que lo escribí (el libro), puedo decir que hubo dos razones principales: el momento histórico que marcó esos años en la historia reciente de Irán y la idea de que lo sucedido en esa época era casi un secreto. Es un periodo marcado por el silencio. Si bien las familias guardaban silencio en público, el martirio se vivía de puertas para adentro”.

Camino con ella, comparto sentimientos, reflexiones, se me hace inevitable hacer comparaciones, me hago preguntas. Rastreo los ojos de las mujeres con las que compartimos charla, comida o simplemente gestos por la distancia del idioma, e inevitablemente calculo las edades: estas mujeres pudieron estar en la cárcel en aquel tiempo o pueden ser hijas, madres, hermanas de aquéllas que fueron torturadas, ahorcadas…

Y entre todo, hay un punto que gira de continuo, tanto en el devenir de la novela como en mi pensamiento y es el Silencio. Ese difícil equilibrio cuya gestión transita entre la imposibilidad de olvidar y a la vez, la realidad del mutismo impuesto. Es algo que se repite y que impera en todas las situaciones ligadas a la represión de cualquier régimen dictatorial. Es un fenómeno que se instala en las casas, en las familias, en las calles, es una norma que se aprende desde pequeñitas. Se intuye en susurros detrás de una puerta, en miradas furtivas, en un sollozo que escapa en mitad de la noche.

Hay, casi siempre, una voluntad en el silencio y es el deseo de no herir, de no transmitir sufrimiento, de cuidar al resto, de preservarles. De esta manera el hueco que ocupa lo latente pero a la vez invisible se va poblando de fantasmas, de miedos y de secretos, también de senderos que más tarde habrá que volver a recorrer.

Vendrá luego la difícil tarea de reconstruir memorias individuales y colectivas, de poner en orden sentimientos y emociones, de empezar a recomponer las fracturas, de encontrar al otro lado la necesidad de escuchar (imprescindible para quebrar el silencio), de rememorar e incluso, de ese “olvido necesario” que libere de la carga del pasado para poder mirar hacia el futuro.  

Se impondrán las memorias dominantes, hegemónicas, únicas, androcéntricas, “oficiales”…, con sus repeticiones, deformaciones, distorsiones, mentiras e invisibilizaciones. Olvidos y silencios (ahora con otras intenciones) se volverán a producir de forma sistemática, con relaciones de poder dirigidas hacia un objetivo: perpetuar la opresión.

Sahar dejó Irán cuando tenía 12 años. Su familia abandonó el país en los años posteriores a la Revolución y, como muchas familias iraníes, se fue a California. Terminó creciendo como una niña de la diáspora que soñaba con volver a Irán. Pasarían ocho años para que regresara, en 2008.

Pero ni Evin ni lo que vivió su familia en la década de los ochenta hubieran terminado convertidos en A la sombra del árbol violeta si no hubiera sido por el levantamiento de 2009, cuando millones de personas se lanzaron a la calle a protestar por la reelección de Mahmoud Ahmadineyad.

Los encarcelamientos masivos se repitieron. Llamaron en secreto a las familias para reconocer los cadáveres de los suyos. Y repitiendo el mismo procedimiento de antaño, les prohibieron velarlos o darles un entierro como se merecían.

Hechos y procesos se repiten. Aquí y allí. A veces con una similitud aterradora.

Necesito creer que también se duplica lo positivo puesto que las sociedades dolidas, complejas, heridas…, son también alegres, diversas y resistentes. A menudo, pasados que parecían olvidados reaparecen y se resignifican a partir de cambios en los marcos culturales que impulsan a revisar todos los silencios. En ello estamos. •