Euskal Memoriako blogak
Romance del mulo Mola
2016-10-14
Iñaki Egaña
La decisión del Ayuntamiento de Iruñea de vaciar el antiguo Monumento a los Caídos (el nombre oficial fue “Navarra a sus muertos en la Cruzada”) de los restos que en el mismo se conservaban ha traído la esperada respuesta de la derecha ultramontana. Los símbolos, físicos y alegóricos de la guerra civil, y por extensión de la represión franquista (Nafarroa fue retaguardia, no frente de guerra) ni tocarlos. Para avalar su postura, el ministro del Interior español llegó a la capital navarra a exponer el fondo de la cuestión. Por lo que yo entiendo, el mensaje es el siguiente: “quieren ganar en el relato, la guerra que perdieron en el campo de batalla”. Reivindicando, en consecuencia, los valores golpistas, el bando inhumano de Mola, artífice del golpe, y la gestión global de la dictadura. Hijo de un teniente coronel franquista, Fernández Díaz, nacido en Fitero donde estaba destinado su padre, ha descubierto sus genes, el tono de su sangre. Azul, como el color de la muerte que impregnaban los verdugos navarros, en la balada sobre Maravillas, violada y ejecutada, que cantaba y canta Fermín Valencia.
El Monumento a los “Caídos de Navarra” (franquistas) fue diseñado por José Yarnoz, inaugurado en 1942 y estuvo gestionado por el obispado, conservaba en una cripta los restos de dos de los máximos responsables del golpe de Estado de 1936, Emilio Mola y José Sanjurjo, cuyos restos fueron a parar al panteón en 1961, con motivo del 25 aniversario del golpe de Estado. En su interior se grabaron los nombres de los más de cuatro mil navarros muertos en el Ejército de Franco. Todavía en diciembre de 2005, José Sierra Tabuenca, comandante militar de Navarra, realizaba un homenaje a los representados en el monumento, a las puertas del mismo.
No quiero cargar más las tintas sobre un tema que ha sido estrella en estas últimas semanas. Mola, que murió en un accidente en 1937 que abrió una investigación militar (quien quiera consultar los pormenores de la misma puede acudir al Archivo Intermedio Militar del Noroeste, en Ferrol), fue quien preparó el golpe y dictó las normas represivas que convirtieron a Nafarroa en un cementerio a cielo abierto. Por eso, Mola se convirtió en el objetivo de escritos e incluso poesías de intelectuales republicanos, perseguidos, escondidos o en el exilio.
Portada del ejemplar de El Mono Azul en el que se publicó el texto de Bergamín.
Uno de ellos fue José Bergamín, cuyos restos reposan en el cementerio de Hondarribia, “para no dar a mis huesos tierra española”, que lideró la Alianza de Intelectuales Antifascistas en la época en que Mola dirigía la sarracina. La Alianza editó una revista, El Mono Azul (nuevamente la metáfora del color) bajo la dirección del propio Bergamín y Rafael Alberti. Uno de los primeros poemas de Bergamín editados en El Mono Azul fue el dedicado a aquel cuyos restos aún reposan en Iruñea, en lugar público: El mulo Mola. Una pequeña joya literaria a rescatar para colorear ese falso debate sobre la legitimidad del Ayuntamiento actual.
El mulo Mola
El hijo de la gran Mula
por Mola vino a las malas.
Como no tuvo soldados,
los hizo con las sotanas.
De lejos el traidor Franco
sólo promesas le manda
y, tomándole por mulo,
le anuncia tropas mulatas.
Ya están pidiendo máquinas
las tropas de las mejalas.
La Media Luna ya tiene
protección de las beatas.
¡Cómo curan sus heridas,
cómo el moro les regala
sangrientos ramos de flores
llenos de orejas cortadas!
En mulas van hacia Mola,
pidiendo a gritos la paga.
Mola los muele con marcos,
ya caducos, de Alemania.
¡Fiero moro, te engañaron;
te van a engañar; te engañan!
De todas partes por radio
llegan las voces cascadas
de generales borrachos
diciendo botaratadas.
Mientras que contra los cuentos
que los fascistas levantan,
las hoces y los martillos
chocan sus verdades claras.
Las Milicias van cantando
su alegría en la batalla,
victoriosas de la muerte
que acecha a sus milicianas,
siempre poniendo los ojos
en donde ponen las balas.
Asoma la luz del día
enfrente de Guadarrama
ensangrentando de albores
las luces de la esperanza.
Al otro lado del monte
está la muerte de España.
José Bergamín